Oración Inicial
Oh san José, cuya protección es tan grande, tan fuerte y tan inmediata ante el trono de Dios, a ti confío todas mis intenciones y deseos. Ayúdame, san José, con tu poderosa intercesión, a obtener todas las bendiciones espirituales por intercesión de tu Hijo adoptivo, Jesucristo Nuestro Señor, de modo que, al confiarme, aquí en la tierra, a tu poder celestial, Te tribute mi agradecimiento y homenaje. Oh san José, yo nunca me canso de contemplarte con Jesús adormecido en tus brazos. No me atrevo a acercarme cuando Él descansa junto a tu corazón. Abrázale en mi nombre, besa por mí su delicado rostro y pídele que me devuelva ese beso cuando yo exhale mi último suspiro. ¡San José, patrono de las almas que parten, ruega por mi! Amén.
Lectura Bíblica
“Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo: «Levántate, coge al niño y a su madre y vuelve a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño». Se levantó, tomó al niño y a su madre y volvió a la tierra de Israel. Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes tuvo miedo de ir allá. Y avisado en sueños se retiró a Galilea y se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo dicho por medio de los profetas, que se llamaría nazareno.” (Mt. 2, 19-23)
Meditación
Podríamos decir que la vocación de san José es una vocación de adoración perpetua. Durante sus 30 años de vida doméstica, la casa de Nazaret fue un santuario de oración y adoración. “San José es un adorador perfecto, enteramente consagrado a Jesús, trabajando siempre junto a Jesús, dándole sus virtudes, su tiempo, su entera vida; y en ello, es nuestro modelo e inspiración” (S. Pedro Julián Eymard).
De esa unión íntima con el Señor, nace también la vitalidad espiritual de san José, que va adelante en medio de mucho silencio y ocultamiento. Muchos santos creen que José acompañó a María en su visita a Isabel, aunque el evangelio no dice nada al respecto. Sería difícil pensar en una mujer viajando sola en un trayecto semejante. ¡Qué hermoso camino de adoración silenciosa ante el Arca de la Nueva Alianza viviría José!
“Ninguna palabra suya está registrada en el Evangelio. Su lenguaje es el silencio” (S. Pablo VI). El hombre que enseñó a Jesús a hablar, con sus expresiones, coloquialismo, acento… y, sin embargo, no conservamos ninguna de las palabras de José en el Nuevo Testamento. Sus acciones hablan más fuerte que las palabras. El silencio y la humildad de José son el fundamento de su grandeza. “Dejémonos «contagiar» por el silencio de san José. Nos es muy necesario, en un mundo a menudo demasiado ruidoso, que no favorece el recogimiento y la escucha de la voz de Dios” (Benedicto XVI).
El Papa Francisco ha popularizado una imagen de san José durmiendo que tiene mucho que enseñarnos. Dios es un Padre, que ha creado el sueño como parte de su plan providente. Como padre, disfruta viendo a sus hijos descansar pacíficamente. Incluso, sabemos que, en ocasiones, se ha comunicado con los hombres en sueños, como es el caso de José, a quien regaló importantes mensajes en sus sueños. El sueño de san José es orante, especialmente ahora que ya no duerme pero descansa en el Señor. Podemos encomendarle nuestras intenciones a aquel que descubrió e hizo la voluntad de Dios manifestada en su sueño. Pero además, el sueño de san José nos enseña que el descanso forma parte del plan de Dios, en un mundo de actividad frenética, de adicción a la actividad y de sobreestimulación en muchos niveles. El sueño refresca el alma y agrada a Dios también.
Pon nuestras necesidades en tu corazón, oh José, y preséntalas a Jesús. Ayúdanos a escuchar la voz de Dios, a levantarnos y a poner su palabra en práctica con amor.
Letanías de San José y Oración Final
Señor, ten misericordia de nosotros
Cristo, ten misericordia de nosotros.
Señor, ten misericordia de nosotros.
Cristo óyenos.
Cristo escúchanos.
Dios Padre celestial, ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten misericordia de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.
Santa Trinidad, un solo Dios, ten misericordia de nosotros.
Santa María, ruega por nosotros.
San José, ruega por nosotros.
Ilustre descendiente de David, ruega por nosotros.
Luz de los Patriarcas, ruega por nosotros.
Esposo de la Madre de Dios, ruega por nosotros.
Casto guardián de la Virgen, ruega por nosotros.
Padre nutricio del Hijo de Dios, ruega por nosotros.
Celoso defensor de Cristo, ruega por nosotros.
Jefe de la Sagrada Familia, ruega por nosotros.
José, justísimo, ruega por nosotros.
José, castísimo, ruega por nosotros.
José, prudentísimo, ruega por nosotros.
José, valentísimo, ruega por nosotros.
José, fidelísimo, ruega por nosotros.
Espejo de paciencia, ruega por nosotros.
Amante de la pobreza, ruega por nosotros.
Modelo de trabajadores, ruega por nosotros.
Gloria de la vida doméstica, ruega por nosotros.
Custodio de Vírgenes, ruega por nosotros.
Sostén de las familias, ruega por nosotros.
Consuelo de los desgraciados, ruega por nosotros.
Esperanza de los enfermos, ruega por nosotros.
Patrón de los moribundos, ruega por nosotros.
Terror de los demonios, ruega por nosotros.
Protector de la Santa Iglesia, ruega por nosotros.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: escúchanos, Señor,
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: ten misericordia de nosotros.
V.- Le estableció señor de su casa.
R.- Y jefe de toda su hacienda.
Oremos: Oh Dios, que en tu inefable providencia, te dignaste elegir a San José por Esposo de tu Santísima Madre: concédenos, te rogamos, que merezcamos tener por intercesor en el cielo al que veneramos como protector en la tierra. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén