Una centella azulada rasga las poderosas tinieblas a su hora.
Una fugaz chispa revienta los nudos de oscuridad.
Una llama apasionada mueve a una madre tras los pasos de su Hijo.
¿A dónde iremos a buscar una luz mayor?
Con la leve brisa de tu manto empujas los caballos de tus jinetes,
hinchas las velas de tus galeones, y apagas las hogueras de desesperanza.
Con el dulce tono de tu voz mueves nuestros pesados pies,
rebosas nuestras frágiles almas, y calmas nuestras tempestades.
Con la sencillez de tus manos apoyadas en el pecho
nos marcas el camino de la locura, nos revuelves el pelo
y la mente con dulzura, y nos secas las lágrimas silenciosas en la penumbra.
¿A dónde iremos a buscar una mejor guardiana?
Como la flor de oro que tras el hielo de la noche amanece escarchada y apagada, y es revivida por el calor del Sol de la mañana;
así nos hace arder tu Inmaculado Corazón dejándose abrasar por el fuego del Calvario y siendo traspasado por siete espadas para derramarse.
Porque sin merecerte sales a nuestro encuentro y en tu mirada,
que traspasa y revienta, encontramos la alegría.
Porque bajo tu sonrisa ponemos nuestras perlas y espadas,
sandalias y capuchas, los corazones enamorados…
¿A dónde iremos a buscar lo que ya hemos encontrado?
Aquí venimos un nuevo día… y como cada noche… a tus pies querida Estrella.