Adicto a unas vacaciones de diario e inmerso en una rutina discordante, surgimos de entre los rincones carpetanos, venimos de países lejanos y tierras exóticas, de la vida de parroquia y el campa de verano, la peregrinación a Roma, Francia, Santiago o cualquier lugar de Europa, la convivencia/escapada de unos días en Fátima, un congreso nacional o un baño en la playa.
Así, es verdad, una realidad muy variada, que nace de la riqueza de las distintas personalidades de esta casa, con sus actividades distintas. Cada persona es única y singular, y si por cada persona tenemos un mundo distinto, cada uno de esos mundos distintos tienen mil formas de actuar. De este modo tenemos la más pingüe realidad que nos ofrece la naturaleza humana, con la cual se forma un abanico tan diverso y singular que resulta una obra de arte con muchos tonos y colores, abanico de sentimientos y vivencias, de encuentros y búsquedas, de audacias y atrevimientos, que transforma el corazón de los que pertenecen a él.
Esta figura, posiblemente tan rimbombante, que intento presentaros nace de la reunión que los seminaristas y formadores organizamos para compartir nuestras peripecias veraniegas y a propósito de “la vuelta al cole” seminarista, el pasado domingo 29 de septiembre. En un momento de amenidad y concordia repasamos nuestros destinos de pastoral. Y es que es esto para lo que al final nos formamos: para llevar la palabra de Cristo, Su pan y Su vino a los hombres. La pastoral es ese momento en el que el sacerdote alimenta al fiel o invita al infiel a acercarse al convivio, ese momento en el que gritamos al mundo que la mesa está puesta, que tienes oportunidad de saludar al Padre, hablar con Él, sentarte a Su lado.
¿Alguna vez has sido invitado a una boda de la realeza, a alguno de sus banquetes? Pues en la eucaristía podemos decir que Dios nos invita a una boda real, al desposorio entre el Rey del Universo, Cristo, y la Iglesia, a la unión indestructible que Dios ha preparado desde la eternidad para estar solo contigo. Bellas ideas, que nos imbuyen y nos catapultan al ministerio sacerdotal. Todo cristiano está llamado a proclamar todo esto, pero en especial el sacerdote: somos sus manos aquí en la tierra. En seres humanos, imperfectos, Dios ha confiado su obra de la Redención, comenzada y sostenida en Cristo Jesús, nuestro Señor.
Mas, ¿cómo hablarte a ti, noble compañero, en un lenguaje claro y moderno, traslúcido y ameno, afable y riguroso, sobre lo que se siente al vivir en esta comunidad el deseo que todos ansiamos como “semis”? Pues mira, con Jesús se está bien cuando se está bien, porque con Él siempre se está bien. Parece absurdo o quizá demasiado obvio…, pero al estar con Él… No sé, pero se está verdaderamente bien, se vive bien. ¡Qué bien se está cuando se está bien! ¡Tú me lo has enseñado! ¡Gracias, Señor!