El silbar del viento surcando las estrechas callejuelas invade por un instante lo que reinaba en la noche: el silencio.

El sol lo había dejado, pero las nubes ennegrecidas seguían en el cielo apoderándose de la tenue luz de las estrellas, porque también allá arriba reinaba él: el silencio.

El palacio ha sido derruido por otros señores y el umbral de su puerta ya no espera el paso de sus verdaderos moradores, porque también allí reinaba él: el silencio.

Y en la noche, bajo el firmamento y sentado al abrigo del umbral se encontraba un hombre encapuchado en cuyo pozo interior reinaba él: el silencio.

Ese silencio atronador de preguntas condenadas a no tener respuesta, ese silencio de problemas condenados a no tener solución, ese silencio de palabras condenadas a ser calladas, ese silencio…

Ese silencio que sube hacia Ti como grito desgarrador, ese silencio fue el testigo del galopar de sus lágrimas por las mejillas, fue… Porque ya no llora, ahora escribe, y cada palabra es arrancada con violencia de su corazón que sangra al mismo compás que la tinta llena su papel.

Ya no llora, ni espera la alegría de alegrías pasajeras, ni la calma de una certeza absoluta, ni el calor de un nuevo día.

Y ya no llora, porque en el silencio escuchó Su voz, en el silencio sintió Su consuelo, en el silencio encontró el Amor.

Y el silencio fue vencido por un leve susurro: “¡Y yo a Ti!”

Susurró. Susurré.

By wsmayor

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