El pasado día 28 de enero conmemoramos en el seminario, como todos los años, la festividad de Santo Tomás de Aquino, patrón de los estudiantes de Teología. A las 11, los seminaristas asistimos a la celebración de la Santa Eucaristía presidida por D. Braulio, actual administrador apostólico de la Archidiócesis en espera de la toma de posesión del nuevo Arzobispo, D. Francisco Cerro, el mes que viene.
Don Braulio en su homilía repasó la extraordinaria formación intelectual del santo en los centros del saber de su época: París, Colonia, Roma… En aquella época el intercambio de estudiantes en Europa era mucho más dinámico que hoy en día, a pesar de las dificultades de las comunicaciones en pleno siglo XIII.
Según nos recordó nuestro obispo, pensar correctamente es un arte muy difícil de adquirir. El hombre de hoy en día no muestra ningún interés por aprender a razonar, en tanto que acusa a la religión de falso misticismo. Se encuentra muy a gusto con los asuntos mundanos, y cuando juzga la religión o entra en ella su perspectiva es muy superficial.
Nadie ha sintetizado de forma tan magistral la doctrina cristiana como santo Tomás. Su pensamiento no alberga contradicción alguna. La verdadera religión no teme al pensamiento; no teme a los descubrimientos de la ciencia; no es una creación emotiva; no es una oscura creación del hombre; no teme a la indagación; desea todas esas cosas. Santo Tomás era un hombre muy humilde que no valoraba la magnitud de su trabajo. Había llegado a una comunión muy profunda con Dios. Toda sabiduría la veía como un medio de una continua y santa comunión con Dios.
Finalmente, D. Braulio nos animó a seguir a Cristo como lo más importante de nuestra vida.
Tras la finalización de la Eucaristía, el Instituto Teológico había programado una conferencia del secretario de la Comisión Teológica Internacional, el padre Serge Thomas Bonino o.p. con el título “Teología filosófica e intellectus fidei”. El teólogo francés articuló un razonamiento teológico para diferenciar el método epistemológico del conocimiento del Dios de la teología y la filosofía. El discurso filosófico y el teológico discurren por caminos diferentes que deben ser complementarios. Sus implicaciones son muy complejas. Es trabajo del teólogo saber diferenciar y articular ambos campos.