Llegaba uno de los días más esperados del año litúrgico: la Solemnidad del Corpus Christi.  Los seminaristas, junto con toda la Iglesia, nos uníamos para agradecer y adorar a Jesucristo por el don de la Eucaristía: “Y el pan que yo le voy a dar es mi carne para la vida del mundo” (Jn 6, 51). La ciudad toledana celebraba esta gran festividad el siguiente jueves al octavo domingo después del Domingo de Pascua, de acuerdo con el calendario litúrgico hispano-mozárabe.

 

La Misa solemne del Corpus Christi, que tuvo en la Santa Iglesia Catedral Primada en rito hispano-mozárabe, era presidida por nuestro arzobispo D. Braulio Rodríguez. Concelebraban Mons. Arthur Roche, Secretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos; Mons. José Rodríguez Carballo, Secretario de la Congregación para los Institutos de la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica; Mons. Ángel Fernández Collado, obispo de Albacete; y Mons. Ángel Rubio Castro, obispo emérito de Segovia.

Nuestro arzobispo señalaba en la homilía la importancia de admirarnos ante la grandeza del don del Cuerpo y la Sangre de Cristo: “La Eucaristía no puede reducirse a un mero signo de comunión fraterna”. A su vez, exhortaba acerca del sentido de la adoración eucarística en la vida cristiana: “Ninguno de nosotros puede mantenerse en la presencia de Cristo Sacramentado más que en adoración”. Así mismo, exponía la unión entre comunión y adoración: “Comulgar significa entrar en comunión. Comulgar con Cristo significa tener comunidad con Él. Por este motivo, comunión y contemplación se encuentran mutuamente implicadas”. Terminaba alentando a todos los fieles a vivir profundamente este día eucarístico: “Es día de gozar de la presencia del Señor, de adorar su designio, de recibir su gracia”.

Al finalizar la santa Misa daba comienzo la procesión, en la que Jesús pasa en medio del pueblo y santifica nuestras calles con su presencia. Los seminaristas de 5º curso de teología tenían como cada año el privilegio de acompañar al Señor en la custodia. A la llegada a la plaza de Zocodover, nuestro arzobispo dirigía unas palabras a todos los fieles presentes: “Hoy, en esta plaza, esta expresión de su cercanía debe penetrarnos de nuevo el alma: Dios está cerca, Dios nos conoce. Dios nos espera en Jesucristo, en el Santísimo Sacramento”.

Oración al Santísimo Sacramento de san Alfonso María Ligorio:

Señor mío Jesucristo, que por amor a los hombre estás noche y día en este sacramento, lleno de piedad y de amor, esperando, llamando y recibiendo a cuantos vienen a visitarte: creo que estás presente en el sacramento del altar. Te adoro desde el abismo de mi nada y te doy gracias por todas las mercedes que me has hecho, y especialmente por haberte dado Tú mismo en este sacramento, por haberme concedido por mi abogada a tu amantísima Madre y haberme llamado a visitarte en esta iglesia.

Adoro ahora a tu Santísimo corazón y deseo adorarlo por tres fines: el primero, en acción de gracias por este insigne beneficio; en segundo lugar, para resarcirte de todas las injurias que recibes de tus enemigos en este sacramento; y finalmente, deseando adorarte con esta visita en todos los lugares de la tierra donde estás sacramentado con menos culto y abandono

 

By wsmayor

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