El primero de mayo es un día especial en nuestra casa, más aún si cabe en este año dedicado a san José. En la víspera de la fiesta, el Seminario quiso tener un detalle para todos aquellos que hacen posible con su trabajo que nuestra comunidad pueda vivir su día a día con las mejores condiciones. Por este motivo, se hizo entrega a todos los trabajadores de una imagen del sueño de san José, tan popularizada por el papa Francisco. De esta manera agradecemos su cercanía y buen hacer a los que de alguna manera son también parte de nuestra comunidad.
Esa misma noche al término de la oración de completas, los seminaristas de la vicaría de La Mancha junto con algunos miembros de la capilla musical, entonaron los típicos Mayos. Esta tradición típica de la Mancha Alta sirve para recibir al mes de la Virgen. “…un seminarista compuso una letra peculiar, con retazos vocacionales y sacerdotales que dan un sabor particular a este canto entre nosotros”. Dice así: “Estamos a treinta de abril cumplido. ¡Alégrate, Dama que mayo ha venido! Ha venido mayo, el mes de las flores, para nuestra Madre traemos las mejores. Estas flores son, Madre Inmaculada, nuestros corazones, que por ti se abrasan”.
Ya en la mañana del día siguiente, fiesta de san José Obrero, asistimos a primera hora al convento de las Madres Carmelitas Descalzas de Toledo para participar de la santa misa presidida por el Sr. Arzobispo D. Francisco Cerro Chaves. En su homilía nos alentó a fijarnos en tres aspectos del santo patriarca: el hombre del silencio, el hombre del trabajo, el hombre justo.
El convento de la iglesia de las Carmelitas, lugar en el que se asentó la quinta fundación de santa Teresa de Jesús, fue propuesto por nuestro Arzobispo en su carta San José del Evangelio como un lugar de gracia especial dentro de este año jubilar. La santa andariega fue una de las grandes impulsoras de la devoción al custodio de la Sagrada Familia.
“Querría yo persuadir a todos fuesen muy devotos de este glorioso Santo, por la experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido persona que de veras le sea devota y haga particulares servicios que no la vea más aprovechada en la virtud, porque aprovecha en gran manera las almas que a él se encomiendan” (Libro de la Vida, capítulo 6, Santa Teresa de Ávila).