La semana pasada hemos tenido la gran fortuna en nuestro Seminario Conciliar de contar con la visita de tres sacerdotes comprometidos con el tercer mundo, hecho que nos ha enriquecido muchísimo, y nos ha llenado de esperanza.

El martes nos visitó D. Julio Alonso Ampuero, sacerdote de nuestra diócesis que realiza su labor en la localidad de Lurín, una ciudad de unos 90.000 habitantes a unos 35 km de Lima (Perú). En su homilía nos recordó su recorrido sacerdotal que le llevó a marcharse a las misiones y satisfacción de estar sirviendo como misionero durante estos últimos años.

Al día siguiente, miércoles nueve de octubre, recibimos la visita de D. Jaime Ruiz de Castillo Ubach, misionero de nuestra diócesis en Moyobamba, ciudad que dista unos 670 kilómetros de Lima, la capital de Perú.

El Padre Jaime Ruiz recalcó la importancia de seguir la voluntad de Dios, al tiempo que nos recordó la necesidad de todo sacerdote de gozar de su ser sacerdotal entregándose a los más necesitados. La felicidad es “hacer lo que Dios quiere y querer lo que Dios hace”.

Finalmente, el viernes presidió la eucaristía monseñor Simón Ntamwana, arzobispo de Gitega (Burundi), aprovechando la visita a sus seminaristas Pacifique Niyonkuru y Jérémi Abumwami, que están residiendo en nuestro seminario.

En su homilía, monseñor Ntamwana declaró que “cuando somos tibios y no queremos escuchar la Verdad, nos hacemos esclavos del demonio”. Estamos llamados a ser misioneros en un mundo lleno de injusticias. El mes de la misericordia constituye una llamada urgente a la evangelización en un mundo que rechaza la verdad y a Dios. Es, de hecho, una llamada cotidiana a la evangelización y la conversión.