El pasado sábado, día veintitrés, fue un día muy especial para la ciudad de Toledo, pero muy especialmente para nuestro seminario. En este día celebramos la fiesta de nuestro santo patrón S. Ildefonso, recordando la visita que nuestra Madre la Virgen María le hizo en la Catedral como premio a la ferviente defensa de su virginidad.
Como toda solemnidad, nuestra celebración que fue preeminentemente espiritual, comenzó de lleno con las primeras vísperas la tarde del viernes. Fueron presididas por D. Raúl Muelas, quien comenzó su predicación transmitiéndonos el gran gozo que le producía volver a celebrar a este santo obispo de nuevo en la ciudad de Toledo tras casi treinta años de misión pastoral fuera de la diócesis. Este fue un pequeño llamamiento a no vivir esta fiesta como una de tantas, sino con toda la ilusión y provecho posible.
Ya el sábado, tras la exposición del santísimo y el rezo muy solemne de laudes, acudimos a nuestra querida Catedral para celebrar junto al obispo a nuestro santo patrón. D. Francisco, quien también volvía a celebrar en Toledo a san Ildefonso después de algunos años, nos habló de qué nos diría este gran santo hoy en día. De gran belleza fueron sus palabras sobre la mirada de misericordia de Dios, y por supuesto el amor materno de la Virgen. Para concluir la eucaristía nos acercamos en procesión al altar del descendimiento, desde donde (después de venerarlo) se despidió la asamblea. Este año la pandemia no ha permitido la realización de algún otro evento por la tarde. Simplemente tuvimos el rezo de vísperas, presididas por don Ángel Camuñas.
Como cierre de este día tan precioso, fue un momento bastante ordinario pero significativo el canto a la Virgen de todos los seminaristas le dirigimos en la capilla mayor, poniendo en sus manos nuestras vidas y vocaciones sacerdotales.