El agua viva unge nuestras cabezas y nuestras faces reflejan la alegría pueril, el entusiasmo juvenil, porque el Señor entra, porque el Señor llega.
Con palmas azuzamos el aire sobre nuestras personas y cantamos felices que somos un Pueblo de Reyes, una Asamblea santa, un Pueblos sacerdotal, un Pueblo de Dios, que bendice y alaba a su Dios. ¡Cuántos corazones exultan! 

Es el comienzo del día. 

El administrador injusto mercadea la inocencia del hombre que le ama.
¡Oh ladina Fortuna! ¿Tan poco valoras la vida de la Vida?
Pero no se arrepiente… 

El amante perfecto ama hasta el final, lava los pies de pecadores y los llama “carísimos”. ¡Oh Caridad ingente! ¿Tanto vale el que te niega, te traiciona, te abandona? Pero no se arrepiente… 

Amor y traición, una cena y un huerto, en una noche que pasamos en vela, y en medio… un corazón. 

Es el atardecer del día. 

Tres reyes frente a un rey. El primer rey odia y juzga sin tener derecho; el segundo rey es príncipe, sirve a otro y se lava las manos, aun sabiendo de inocencia; el tercer rey se cree rey y los demás son bufones para él, solo él es rey y nadie más, ¡nadie más! Ni justicia, ni lealtad, ni honor. No, no son reyes. No. 

Una madera sobre podio, un velo en un templo y siete palabras. Dos malhechores y un condenado muerto, y en medio… un corazón, al pie de la Cruz. Junto a él asistimos y junto a él adoramos. 

Es el comienzo de la noche, el sol muere y la oscuridad se hace atemporal, espiritual. La traición salió cara al mercader pésimo, pero no se arrepiente. 

En par de los levantes de la aurora, nuestro sueño es aniquilado y del cenáculo surgimos como anonadados, pobres y somnolientos hijos de Eva. Parece que es de noche, pero una luz resplandece sobre todo: ¡quién le dijera a los vigías que los sepulcros no devoran la luz sino que la engendran! “Matando muerte en vida la has trocado”. 

Y con la alegría ya madura y fuerte, abrimos con nuestros pasos por las calles de esta vieja ciudad, guiados por la antorcha que brilla eterna, las puertas de los que aun duermen, de los que aun sueñan engatusados: ¡Este es el día del Señor! ¡Este es el tiempo de la misericordia! ¡Aleluya, aleluya, aleluya! ¡Gloria al Dios-Hombre que no se arrepiente y que no dejó el trono sumido en las tinieblas! ¡Gloria a la Gloria perenne que da vida y nos ilumina! ¡Gloria al Corazón insigne que con su amor quebró lo viejo y dio vida a lo nuevo, que rompió la piedra y nos dio su carne, que rasgó el velo y nos dio su sello! 

Ahora el Corazón está en el medio de muchos más, está en lo alto y es el primero… de muchos más. Y no se arrepiente, no, no se arrepiente… 

Y así, carísimo hermano, te quería hacer partícipe de nuestra alegría pascual, pues esto es lo que en el Seminario viven hoy jóvenes sedientos de amor, como en cualquier lugar donde se halle la Iglesia Universal, en comunión de corazones. 

Sin presentarme empezado he, con holgura y desboque hablado he, mas no sintáis remuerdo, ni os doláis en vil lamento, que una prenda de mí tendréis: 

Soy Odiseo Talusteno,
y este es mi cuaderno de bitácora,
aliento entrego cual brisa, cual fuego quemo cieno,
y solo espero daros algo de contento, y arrancar de vuestros labios una risa. 

By wsmayor

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