Oración Inicial

 

San José, esposo de la Virgen Madre de Dios, enséñanos incesantemente la verdad divina y la dignidad humana contenida en la vocación familiar.

San José, hombre de justicia, enséñanos el amor responsable hacia aquellos que Dios nos encomienda de forma especial: el amor entre los esposos, el amor entre padres e hijos. Enséñanos responsabilidad hacia cada vida, desde el primer momento de su concepción hasta su último instante sobre la tierra. Enséñanos un gran respeto por el don de la vida, enséñanos a adorar profundamente al Creador, Padre y Dador de la Vida.

San José, patrón del trabajo humano, asístenos en toda ocupación, en esa vocación del hombre sobre la tierra. Enséñanos a resolver los difíciles problemas conectados con el trabajo en la vida de cada generación, comenzando por los jóvenes y en todas las situaciones de la vida social de nuestro tiempo.

 

(San Juan Pablo II)

 

Lectura Bíblica

 

“José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados».” (Mt. 1, 19-21)

 

Meditación

 

“San José es el hombre justo, un incansable trabajador, el honesto guardián de los que se han confiado a su cuidado” (San Juan Pablo II).

 

La dignidad de san José es muy grande. En las letanías que san Pío X aprobó en su honor, se le llama “Ilustre descendiente de David”. No olvidemos que san José es descendiente del rey David. Tiene sangre de reyes, es “hijo de David”. Este título es un título mesiánico, que aparece diecisiete veces en el Nuevo Testamento aplicado sólo a Jesús y a José. En el momento más crucial de la historia de la salvación, el ángel llama así a san José, para recordarle su linaje real y las promesas asociadas. Pero esta especial providencia que preparó desde siglos la humanidad de san José, encontró, además, una generosa acogida y respuesta en la vida y obra del santo patriarca.

 

“Ser justo -santo- es estar perfectamente unido a la voluntad de Dios, conforme con ella en todo tipo de eventos, sean prósperos o adversos. Sin duda alguna, eso es lo que fue san José” (S. Francisco de Sales).

 

El evangelio apunta la “justicia” de san José al descubrir que María estaba encinta. Muchos santos y padres de la Iglesia han evitado ver aquí una especie de “duda” de José sobre la honestidad de María, lo que precisamente no se podría entender como consecuencia de su justicia. Lo explica muy bien Orígenes: “José era justo y la Virgen era Inmaculada. La duda por dejarla llegó cuando descubrió el poder de un milagro y un gran misterio al que se sentía indigno de aproximarse. Humillándose ante tan gran e inefable fenómeno, pensó en retirarse, justo como san Pedro se humilló ante el Señor y dijo ‘Apártate de mi, Señor, que soy un pecador’, o como el centurión dijo ‘No soy digno de que entres en mi casa…’, como Isabel dijo a María ‘¿Quién soy yo para que me visite la Madre de mi Señor?’. De esta manera el justo José se humilló a si mismo y temió entrar en una unión con tan alta santidad”. San Basilio, San Efrén, San Juan Crisóstomo San Bernardo, santo Tomás de Aquino o santa Brígida, son solo algunos de los santos que han leído así ese momento crítico de la vida de José.

 

“Hay una regla general respecto a las gracias especiales que cada ser humano recibe. Cuando el Señor elige a alguien para recibir una gracia especial, o le propone aceptar una elevada vocación, Dios adorna la persona elegida con todos los dones del Espíritu necesarios para cumplir la misión. Esta regla general se verifica especialmente en el caso de san José” (S. Bernardino de Siena). San José, elegido para ser el protector de la Virgen y de Jesús, como también de cada uno de nosotros. En la medida en que tiene que seguir ayudándonos a caminar hacia la patria celeste, su misión sigue adelante. Él cuida de cada uno de sus amados hijos y pide el don del Espíritu Santo para que lleguemos a ser santos.

 

Letanías de San José y Oración Final

 

Señor, ten misericordia de nosotros

Cristo, ten misericordia de nosotros.

Señor, ten misericordia de nosotros.

Cristo óyenos.

Cristo escúchanos.

Dios Padre celestial, ten misericordia de nosotros.

Dios Hijo, Redentor del mundo, ten misericordia de nosotros.

Dios Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.

Santa Trinidad, un solo Dios, ten misericordia de nosotros.

 

Santa María, ruega por nosotros.

San José, ruega por nosotros.

Ilustre descendiente de David, ruega por nosotros.

Luz de los Patriarcas, ruega por nosotros.

Esposo de la Madre de Dios, ruega por nosotros.

Casto guardián de la Virgen, ruega por nosotros.

Padre nutricio del Hijo de Dios, ruega por nosotros.

Celoso defensor de Cristo, ruega por nosotros.

Jefe de la Sagrada Familia, ruega por nosotros.

José, justísimo, ruega por nosotros.

José, castísimo, ruega por nosotros.

José, prudentísimo, ruega por nosotros.

José, valentísimo, ruega por nosotros.

José, fidelísimo, ruega por nosotros.

Espejo de paciencia, ruega por nosotros.

Amante de la pobreza, ruega por nosotros.

Modelo de trabajadores, ruega por nosotros.

Gloria de la vida doméstica, ruega por nosotros.

Custodio de Vírgenes, ruega por nosotros.

Sostén de las familias, ruega por nosotros.

Consuelo de los desgraciados, ruega por nosotros.

Esperanza de los enfermos, ruega por nosotros.

Patrón de los moribundos, ruega por nosotros.

Terror de los demonios, ruega por nosotros.

Protector de la Santa Iglesia, ruega por nosotros.

 

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: perdónanos, Señor.

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: escúchanos, Señor,

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: ten misericordia de nosotros.

 

V.- Le estableció señor de su casa.

R.- Y jefe de toda su hacienda.

 

Oremos: Oh Dios, que en tu inefable providencia, te dignaste elegir a San José por Esposo de tu Santísima Madre: concédenos, te rogamos, que merezcamos tener por intercesor en el cielo al que veneramos como protector en la tierra. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén

By wsmayor

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