Mi nombre es Pablo, soy de Alcázar de San Juan, tengo 21 años y estoy en 4 de teología. Nacido en el seno de una familia cristiana, y a la sombra de los PP Trinitarios en su colegio, desde muy pronto me ilusionaba la idea de ser sacerdote; esto con toda la capacidad que un niño tiene a la edad de 8 años, y, sin embargo, con toda la sinceridad de mi corazón: quería ser sacerdote.

Poco después conocí el Seminario Menor ya que dos de mis primos formaban parte de él; de este encuentro me llamó poderosamente la atención la alegría y la naturalidad de los seminaristas menores, así como su seguimiento sincero de Jesús. No me faltó tiempo para hablar con mis padres y decirles que quería entrar al seminario. Esto fue a la edad de 10 años.

Tras unos años de tira y afloja con mis padres, que preferían postergar mi entrada al seminario a bachillerato, y de tira y afloja conmigo mismo (por miedo y dudas) finalmente empecé 3 ESO en el seminario menor el curso 2010-2011. Aquellos días, le puedo asegurar, querido lector, que mi corazón descansó; el Señor me quería allí y con esa paz en el corazón me lo confirmaba. Aquel lugar se convirtió, casi desde el primer día, en mi casa. Gracias al ambiente de aquella maravillosa casa, por medio del trato personal con Jesucristo en la oración y en la vida cotidiana del seminario, en mi corazón, que sentía esta intención de ser sacerdote, se fue escuchando más clara y fuerte la voz del Señor, que me llamaba a seguirle, a servir a su Iglesia, y a entablar una relación de especial amistad con Él.

Esta claridad de la llamada de Cristo obviamente no estuvo exenta de dudas, miedos y confusiones: «¿no será mi vocación el matrimonio? ¿No sería más feliz con mi mujer que «yo solo» de sacerdote?» Sin embargo, como con toda neblina que se cierne sobre el camino y no deja seguir avanzando, convenía hacer dos cosas: paciencia para esperar que todo amainase y, sobre todo, confiar en que si Él me llamaba, Él me guiaría. Y, efectivamente, así fue (y así sigue siendo) : pronto el Señor disipó toda duda y, gracias a la ayuda de mi director espiritual, D. Pedro Rodríguez Ramos, que, como un verdadero padre espiritual me guió y aconsejó, tras terminar los dos años de bachillerato, entré en el Seminario Mayor.

Respecto a mi vivencia de este tiempo de preparación para el sacerdocio en el Seminario, he de decir que está siendo un tiempo de intensa formación en todos los sentidos, tanto académico como humano como pastoral, y , sobre todo de gozosa vivencia espiritual: al igual que en el Evangelio Jesús llama a sus discípulos y quiere que estén a su lado un tiempo antes de enviarlos a evangelizar, el seminario es un tiempo para estar con Jesús, aprender de Jesús, conocer a Jesús, amarle, darle sin reserva todo el corazón y también, porque el Señor no se deja ganar en generosidad, es un tiempo para recibir abundantes gracias y delicadezas de su amor.

Poco puedo añadir a estas palabras para completar este testimonio de mi camino vocacional, simplemente dar infinitas gracias al Señor por el gran regalo con que me ha obsequiado: la vocación sacerdotal, por haberme elegido para entregarle todo mi corazón y mi vida y para servir a su Iglesia.

By wsmayor

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies